Mecánica cuántica y juego de espejos:
la realidad transgresora de la realidad
(Una aproximación a la obra de Oy Mejía)
Más allá de ideas científicas complejas, mucha gente cree que el experimento que Schrödinger concibió en 1935 con un pobre gato es, a grandes rasgos, haberlo puesto dentro de una caja cerrada junto con un artefacto que podía o no liberar un veneno y matar así al desafortunado micho. Luego se puso a calcular las posibilidades de que el animal estuviera vivo o muerto y fue así como llegó a la conclusión de que, habiendo las mismas probabilidades para ambas opciones pues se desconocía el resultado mientras no se abriera la caja, significaba que el gato estaba tan vivo como muerto. O lo que es lo mismo: mitad vivo, mitad muerto. Una especie de zombi cuántico.
Todo esto en realidad solo es un suponer de la gente que desconoce la mecánica cuántica a fondo: nunca hubo tal gato ni caja ni artefacto, pues solo fue un experimento teórico; jamás se llegó a la conclusión de que el animal estuviera tan vivo como muerto, sino que nuestro conocimiento probabilístico sería el mismo en ambos casos hasta no corroborar el resultado. Y así una serie de supuestos que hasta el día de hoy se siguen creyendo reales en lugar de analizarlos únicamente por lo que son: meros mitos científicos.
Pero ¿qué tiene que ver todo esto con el libro que analizamos hoy, Coma, punto y seguido, de OyMejía? Ahora me explico: En el experimento del físico austriaco ya mencionado tenemos a tres
actores principales: el observador, el gato y la expectativa. Desde el punto de vista popular, el observador podría ser considerado el símil del eterno voyerista, encantado por mirar, siempre a la espera de un resultado final que tal vez nunca llegue; sin embargo, no por ello deja de escudriñar. O como apuntó Alberto Moravia en su libro El hombre que mira: espiando no “tanto el objeto como su movimiento, es decir, su comportamiento”. En la otra mano tenemos al gato, el observado, el objeto de su deseo por saber qué ocurrirá con él, qué le deparará el destino. Finalmente, en la acción se encuentra el tercer actor: la espera, la expectativa de no saber el final, de desear conocer el desenlace y lo que en realidad está ocurriendo. Y es en estos términos (voyeur, observado y expectativa) que se desarrolla justamente el universo interno de la obra de OyMejía:
1. El voyeur siempre atento a lo que sucede en la trama, el cual bien puede ser el lector según lo apuntado por Wolfgang Iser en sus conceptos de lector implícito y lector real, o nuestro personaje principal que funge
a la vez como narrador omnisciente. ¿Y por qué no ambos mezclados? ¿Podrían ser acaso, en esta obra, lector y personaje uno mismo si recurrimos al horizonte de expectativas de Hans-Georg Gadamer?
2. El objeto observado, el cual en este caso es nuestro texto, mismo que puede ser moldeado según la imaginación de cada lector mediante la cooperación interpretativa según el concepto de lector modelo de Umberto Eco. Un texto como este otorga un sin fin de posibilidades conforme avanzamos en su conocimiento, conforme abrimos la caja y observamos todas las capas estructurales que lo integran.
3. Finalmente, la expectativa, que de tan esperada y desconocida se convierte en una espera habitual durante todo el libro, una amiga cercana conocida, tan inusual que ya se antoja a cliché7, a lugar común, a algo
sabido que ocurrirá, pero que parece que jamás llegará a ocurrir. Este es el universo interno de Coma, punto y seguido, de OyMejía: una obra construida sobre esquemas aparentes, donde las cosas no son lo que parecen, y donde lo que se espera que suceda, al final no siempre sucede. A fin de entender a cuáles esquemas nos referimos, recordemos las palabras del filósofo Hilary Putnam: estos “esquemas son preconstruidos (el individuo los recibe de la lengua o del ambiente sociocultural) y contribuyen a organizar las representaciones colectivas, las opiniones intercambiadas y el imaginario social (conceptos, nociones, mentalidades, prejuicios, valores, etc.)”; sin embargo, conforme el lector avanza entre las páginas del libro descubrirá que el imaginario cambia en una dirección distinta a lo esperado, que los reflejos se retuercen como en un juego de espejos, y que hacia el final, esta preconstrucción termina con otra forma a la esperada.
La obra se ubica dentro del género de la novela rosa o romántica debido a sus principales características, según la asociación de Escritores Románticos de América: una pareja (Renato y Valentino) quienes, tras enamorarse,
debe vencer las vicisitudes de sus vidas diarias a través de esfuerzos propios para consolidar su amor. Esto nos lleva a observar que la historia de amor es el centro de la trama y el clímax existe en virtud de ella (aunque existen pequeñas subtramas como las aventuras con su familia y amigos, no restan importancia a la principal). Otra de las características que la Romance Writers of America (RWA) señala es que el final debe ser “emocionalmente satisfactorio y optimista”, pero como no deseamos restar ninguna emoción a los posibles lectores de esta obra, no confirmaremos si este punto es cumplido o no. Lo único que podemos agregar es que llegar al final bien vale el viaje entre sus letras. Y seguro la realidad presentada transgredirá a la realidad esperada hasta ese momento.
Siguiendo este análisis literario, podemos agregar que también sus personajes concuerdan con las características del romanticismo: personalidades estereotipadas y con rasgos comunes que, lejos de lo que podría creerse, no los convierte en caracteres planos y sin interés, pues como mencionó el lingüista Joshua Fishman “el estereotipo favorece a la integración social del individuo y al mismo tiempo a la cohesión del grupo”; es así como el lector se puede identificar con ellos fácilmente y sentirlos parte de su entorno, de sus amigos y familia. Otro de los rasgos por los que este texto se siente tan “familiar”. Finalmente, lo que termina por darnos esa sensación de lugar conocido y seguro son las expresiones usadas dentro de él, mismas que lo podrían clasificar igualmente a la en la literatura costumbrista, pues retrata de forma fiel y con varios regionalismos muy pertinentes, muchos de los hábitos de la alta sociedad yucateca.
Si sabemos que Gonzalo Oy Mejía nació en Yucatán entenderemos cómo es que conoce tanto sobre los usos y tradiciones de esta enigmática tierra: su gastronomía, sus rincones, su lenguaje. Además, el hecho de que parte de su vida también haya transcurrido en la Riviera Maya le permite fundir ambas regiones en un entramado literario interesante. Por último, siendo Licenciado en Diseño Gráfico con una Maestría en Publicidad desciframos el porqué muchos detalles de la vida cotidiana no le pasan desapercibidos. Es así como OyMejía ha sabido retratar el abanico de valores familiares que cargan las tradiciones milenarias yucatecas: a través de Coma, punto y seguido podemos observar el apoyo, la comprensión y la tolerancia existente entre familiares y amigos de los personajes principales, Renato y Valentino.
Usando el concepto de isotopías discursivas8 del lingüista Algirdas Greimas podemos identificar que los principales campos semánticos del libro son valores, emociones, familia, pareja, intimidad y sociedad. De igual manera, tampoco pasará desapercibida para ningún lector la isotopía estructural de la obra: el trasfondo homosexual (la pareja principal está conformada por Renato y Valentino); sin embargo, no por esto podríamos
considerar al libro como una obra gay puesto que la preferencia sexual de sus personajes principales no es el eje primordial del texto. Haga un experimento el lector y ubique su propia historia amorosa dentro el argumento, descubriendo así que no se presenta un universo exclusivo de la comunidad gay sino de cualquier relación amorosa, sea hetero, homo o bisexual inclusive. Esta isotopía estructural aporta otro rasgo literario fascinante a la obra: también se le puede incluir dentro del homoerotismo.
Como lo indica Michael Flood en su International Encyclopedia of Men and Masculinities, este tipo de literatura “se centra principalmente a la naturaleza emocional del deseo entre personas del mismo sexo o hacia personas
del mismo sexo, enfocándose a retratar aspectos estéticos que se relacionan con éste, tales como el amor, la sensualidad y el comportamiento sexual humano”9. Así, el entorno expuesto busca despertar el deseo sensual en los lectores, rasgo primordial de este tipo de literatura, donde las descripciones explícitas de algo romántico profundizan más en los sentimientos que en los detalles específicos del acto sexual. O en palabras de Octavio Paz en su texto. Un más allá erótico: “la erótica es la metáfora de la sexualidad”. Aquí podemos cerrar el círculo: uno de los rasgos más evidentes que conecta al homoerotismo con Coma, punto y seguido, de OyMejía, es el voyerismo de un observador. Tras la lectura de esta obra, el lector tal vez se pregunte: pero ¿quién es el que observa? ¿Acaso soy yo como lector o acaso es el personaje principal quien es a la vez narrador omnisciente de la misma? ¿O tal vez hay otro voyeur más allá, observando a todos, tanto personajes como lectores?… La respuesta queda en el aire: podría ser el autor mismo, el propio OyMejía, en un plan preconcebido para observar nuestras reacciones a través de su entramado de psicologías, realidades que transgreden a la propia realidad, la cual aparenta ser lo que no es sin serlo.
Por que, al final, ¿qué es lo que observamos todos: la realidad o tan solo una concepción de esta? Es así como volvemos con nuestro pobre gato inicial, el que no sabemos su estado mientras no abramos la caja. Pues igual sucederá con este extraordinario libro, no habremos de saber en qué concluye mientras no abramos sus hojas y leamos hasta la última de ellas. Cerraremos diciendo que Coma, punto y seguido es un gran juego de espejos donde nada es lo esperado. Es un universo donde las cosas suceden sin suceder, y los pensamientos forjan más que la realidad misma tratando de forjarse a sí misma. Un lugar donde los clichés y los lugares comunes se
quiebran, dejan de ser lo esperado a pesar de ser tan conocidos. Tal vez por eso se quiebren. O tal vez no, ¿quién lo sabe? Esta es la gran aportación que esta obra hace al género del romanticismo: la unión entre los lugares comunes a través de la ruptura de estos. Y como siempre, habrá que llegar hasta el final para saber qué sucede en realidad: abrir la caja, sacar al gato; abrir las hojas, leer y sacar a nuestra imaginación en pos de una nueva realidad. Más allá de todas las expectativas de este universo de reflejos.
Playa del Carmen, QRoo, México,
octubre de 2019.